NBA 2010-2011
Y que mejor manera que recordar al vigente campeón con este vídeo:
Aprovecho también este post relacionado con el baloncesto americano, para reproducir un artículo de Marca Digital de hace unas fechas sobre alguien que de esto de baloncesto y NBA sabe un rato.
Cuando Earvin Johnson pasó a ser 'Magic'
En plena lucha por la integración racial. Earvin y sus hermanos llegaron a Everett, un Instituto eminentemente 'blanco' • Superada la tensión inicial, George Fox, entrenador del equipo de basket, resultó decisivo para definir su lugar en la pista como base. El periodista Fred Stable fue el culpable de que el mundo hoy en día le conozca como ' Magic'. Tenía 15 años y desde entonces todos sus adversarios se cebaron con su apelativo. Sus padres lo rechazaron por diversas razones. El defiende que siempre ha sido "un honor" tratar de justificarlo.
Él no lo sabía por aquel entonces pero en su destino estaba escrito que sería uno de los mejores jugadores de la historia del baloncesto. Cuando la década de los 70 se aproximaba a su ecuador a Earvin Johnson le esperaba una nueva etapa en su vida: el Instituto llamaba a sus puertas.
Lansing era (lo sigue siendo) una pequeña urbe del estado de Michigan, en comparación con otras ciudades de Estados Unidos. El joven Earvin empezaba a hacerse un nombre en su localidad natal gracias al deporte de la canasta. Hijo de un empleado de la General Motors y de una maestra. Era el mediano de siete hermanos, en casa le conocían como Junior ya que había recibido el mismo nombre que su padre.
Para los amigos, en cambio, era E.J o simplemente E. Antes de dar el estirón, incluso fue conocido como 'June Bug' (chinche de junio). Y es que su aspecto algo rechoncho no jugaba a su favor. Pero pronto ese mote, el primero y muy distinto al que vendría después, cayó en el olvido.
Llegada a Everett:Ese chico que había crecido emulando a Dave Bing y Wilt Chamberlain ya presentaba un aspecto alto y espigado, un cuerpo 'hecho a propósito' para el basket. Sexton High era un Instituto que respiraba baloncesto por todas sus paredes y para Earvin tenía otro aliciente más: todos sus alumnos eran negros. Por tanto, el lugar ideal donde proseguir sus estudios. Pero en ocasiones, la lógica no siempre acaba imponiéndose.
Ese fue el caso de Earvin. En plena polémica sobre la integración racial, a la familia Johnson (excepto a Quincy, el hermano mayor), por vivir fuera de la línea divisoria de comunidades, se le obligó a acudir a Everett, escuela hasta la fecha 'exclusivamente blanca'. "Para mí fue un castigo muy cruel", confiesa Earvin. Había más: su equipo de baloncesto era "terriblemente malo y lo peor de todo era que no sabían ganar" recuerda el afectado. "La idea de jugar allí me resultaba humillante", apostilla.
Durante los primeros meses me sentí muy desgraciado en Everett", confiesa Earvin en la actualidad. Sin embargo, pronto vio las cosas desde otra perspectiva, hasta el punto de considerar su ingreso en ese Instituto como "una de las mejores cosas que me ha sucedido en la vida", reconoce.
La eterna cuestión
El problema racial seguía golpeando la vida social y Johnson optó por intentar llevarlo de la mejor forma posible. "Eramos unos 100 negros en Everett y todos acostumbraban a sentarse juntos detrás de la canasta en los partidos de baloncesto. Como muchos de ellos me conocían, pronto destaqué como su líder", revela.
Earvin temía que toda esa tensión se trasladase también a la cancha ya que él era el primer jugador negro en la historia de los 'Vikings'. De repente surgió el conflicto: Daniel Parks era un chico blanco que acostumbraba a no pasarle el balón a pasar de estar desmarcado. Johnson, furioso, respondió en una ocasión de la misma manera. Parks se lo dejó claro: "Mira tío, tu trabajo es coger los rebotes, deja que 'nosotros' tiremos a canasta". El aludido estalló: "¡Ya sabía yo que esto iba a pasar! ¡Por eso no quería venir a esta jodida esuela!", exclamó.
George Fox era el entrenador de los 'Vikings'. Como evidente mediador, se encargó de que el ambiente se relajara. Habló con todos los componentes de la plantilla y éstos aceptaron que la cuestión racial no debía influir en su funcionamiento como equipo. La cosa fue mejor a partir de ese momento.
Mejor de baseFox resultó decisivo para definir la posición de Johnson en la pista. Hasta entonces, dada su altura, acostumbraba a frecuentar la zona. "Él fue el primero en darse cuenta que yo funcionaba mejor como base", desvelaba Earvin. Y agregaba: "En el baloncesto hay una regla no escrita: la de no permitir que los hombres altos salgan botando pero cuando el entrenador Fox se dio cuenta de lo que era capaz de hacer, se mostró flexible".
La normalidad había vuelto a Everett y ahora llegaba la competición oficial, que no empezó nada bien para Earvin y sus compañeros. En su primer año en el 'High School' comenzaron siendo los últimos del Estado. Pero un partido cambió su vida y reorientó su camino en el basket.
A partir de hoy serás...
Jackson Price era un Instituto que se jugaba la primera posición en el campeonato. Everett, en teoría, no tenía nada que hacer ante ellos. Pero Earvin se creció y alentó a sus compañeros, guiándolos hacia una victoria que nadie había pronosticado. El base consiguió un triple doble estratosférico (aunque por aquellos días no existían tal expresión): 36 puntos, 18 rebotes y 16 asistencias llevaron su firma.
Ante semejante actuación, las reacciones no se hicieron de rogar. Fred Stable Jr, redactor deportivo del 'Lansing State Journal' protagonizó una de ellas, decisiva teniendo en cuenta lo influyente de su decisión. Bajó al vestuario, como era habitual tras cada encuentro, y dejó claro su propósito. "Oye Earvin, creo que deberías tener un apodo", expresó y se justificó. "Estaba pensando en llamarte 'Doctor J', pero ya hay otro al que llaman así. Y lo mismo ocurre con 'Big E' (Elvin Hayes). ¿Qué te parece si te llamo 'Magic'?", concluyó.
Earvin no puso objeción alguna porque simplemente no se tomó en serio la propuesta. "No esperaba oír ese apodo nunca más", manifiesta. Y así fue, durante algunas semanas posteriores. Y es que, según le comentó el propio Fred días después, su redactor jefe le había aconsejado desechar esa idea porque, en su opinión, "esas cosas nunca duran".
Y es que Earvin tenia sólo 15 años: el riesgo del ridículo era enorme. Pero 'el apodado' no defraudó. Tras otro gran partido, precisamente también con Jackson Price como rival, Stable ya integró el apelativo en sus crónicas. Dos meses después, todo Michigan sabía del chico conocido como 'Magic'.
Mamá no lo vio bien
En el hogar de los Johnson había una fuerte oposición a ese término, encabezada por la matriarca de la familia. Como mujer religiosa que era "no quería que olvidara que mis dones y capacidades procedían de Dios", recuerda Earvin. Eso de 'magico' "le sonaba como una blasfemia. Temía que el sobrenombre llevara malas ideas a mi cabeza", añade. Y termina: "Aún hoy en día, cuando alguien en su presencia ser refiera a mí como 'Magic', le corrige diciendo Earvin o Junior".
Su padre tampoco participaba de la corriente existente en Lansing, que aceptó el apodo de muy buena gana. Earvin senior consideraba que, "la gente acabaría desengañada de mí porque ese calificativo era demasiado para que alguien fuera siempre digno de él", admite 'Magic'. "Supuso además", sigue comentado la reacción de su progenitor, "que cualquier oponente que se enfrentara a mí trataría de anularme por todos los medios". Johnson no tiene problema en reconocer que en esto último estaba en lo cierto, pero que ello le ayudó a ser mejor jugador.
Todos pendientes de 'Magic'
"Con mi nuevo nombre todo cambió", descubre Earvin. Y es que cada vez que Everett jugaba como visitante era norma encontrarse con pancartas como: 'Esta noche no hay magica' o 'Haremos desaparecer a Magic'. "Con ocasión de un partido en East Lansing", relata Johnson, "todos los espectadores corearon al unísono. 'No Magic, no Magic, no Magic esta noche' y se volvieron de espaldas cuando fui presentado".Inconvenientes de la fama.
Aunque a Johnson le iba la marcha. "Allá donde jugásemos, me convertía en el centro de las críticas de los aficionados locales y eso me gustaba, me lo tomaba como un cumplido. Lo único que me preocupaba es que alguna de esas persona pensara que la idea de llamarme así hubiera sido mía". Nada más lejos de la realidad.
Algo personal
'Magic' estaba en su salsa. "El apodo se convirtió en un desafío y a mí me gustan los desafíos. Las pancartas sólo servían para ponerme en el disparadero y no afectó negativamente a mis compañeros", evoca. Es más: por primera vez en mucho tiempo, Everett tuvo un récord positivo y alcanzó los cuartos de final en el torneo estatal (que sí acabaría ganando en el último año de Magic en el Instituto).
Earvin asume que el sobrenombre le permitió darse a conocer con mucha más facilidad que otros grandes jugadores de 'High School' pero se sincera: "Nunca llegué a pensar que yo tuviera algo de mágico". Y revela un dato sorprendente, procedente ya de su etapa en los Lakers. "Para Pat Riley, 'Magic' transmitía un mensaje equivocado: según él sonaba como el apodo de un jugador que no se entrena con intensidad ni trabaja". Y él, admite sin soberbia, sí hacía "ambas cosas".
Aprovecho también este post relacionado con el baloncesto americano, para reproducir un artículo de Marca Digital de hace unas fechas sobre alguien que de esto de baloncesto y NBA sabe un rato.
Cuando Earvin Johnson pasó a ser 'Magic'
En plena lucha por la integración racial. Earvin y sus hermanos llegaron a Everett, un Instituto eminentemente 'blanco' • Superada la tensión inicial, George Fox, entrenador del equipo de basket, resultó decisivo para definir su lugar en la pista como base. El periodista Fred Stable fue el culpable de que el mundo hoy en día le conozca como ' Magic'. Tenía 15 años y desde entonces todos sus adversarios se cebaron con su apelativo. Sus padres lo rechazaron por diversas razones. El defiende que siempre ha sido "un honor" tratar de justificarlo.
Él no lo sabía por aquel entonces pero en su destino estaba escrito que sería uno de los mejores jugadores de la historia del baloncesto. Cuando la década de los 70 se aproximaba a su ecuador a Earvin Johnson le esperaba una nueva etapa en su vida: el Instituto llamaba a sus puertas.
Lansing era (lo sigue siendo) una pequeña urbe del estado de Michigan, en comparación con otras ciudades de Estados Unidos. El joven Earvin empezaba a hacerse un nombre en su localidad natal gracias al deporte de la canasta. Hijo de un empleado de la General Motors y de una maestra. Era el mediano de siete hermanos, en casa le conocían como Junior ya que había recibido el mismo nombre que su padre.
Para los amigos, en cambio, era E.J o simplemente E. Antes de dar el estirón, incluso fue conocido como 'June Bug' (chinche de junio). Y es que su aspecto algo rechoncho no jugaba a su favor. Pero pronto ese mote, el primero y muy distinto al que vendría después, cayó en el olvido.
Llegada a Everett:Ese chico que había crecido emulando a Dave Bing y Wilt Chamberlain ya presentaba un aspecto alto y espigado, un cuerpo 'hecho a propósito' para el basket. Sexton High era un Instituto que respiraba baloncesto por todas sus paredes y para Earvin tenía otro aliciente más: todos sus alumnos eran negros. Por tanto, el lugar ideal donde proseguir sus estudios. Pero en ocasiones, la lógica no siempre acaba imponiéndose.
Ese fue el caso de Earvin. En plena polémica sobre la integración racial, a la familia Johnson (excepto a Quincy, el hermano mayor), por vivir fuera de la línea divisoria de comunidades, se le obligó a acudir a Everett, escuela hasta la fecha 'exclusivamente blanca'. "Para mí fue un castigo muy cruel", confiesa Earvin. Había más: su equipo de baloncesto era "terriblemente malo y lo peor de todo era que no sabían ganar" recuerda el afectado. "La idea de jugar allí me resultaba humillante", apostilla.
Durante los primeros meses me sentí muy desgraciado en Everett", confiesa Earvin en la actualidad. Sin embargo, pronto vio las cosas desde otra perspectiva, hasta el punto de considerar su ingreso en ese Instituto como "una de las mejores cosas que me ha sucedido en la vida", reconoce.
La eterna cuestión
El problema racial seguía golpeando la vida social y Johnson optó por intentar llevarlo de la mejor forma posible. "Eramos unos 100 negros en Everett y todos acostumbraban a sentarse juntos detrás de la canasta en los partidos de baloncesto. Como muchos de ellos me conocían, pronto destaqué como su líder", revela.
Earvin temía que toda esa tensión se trasladase también a la cancha ya que él era el primer jugador negro en la historia de los 'Vikings'. De repente surgió el conflicto: Daniel Parks era un chico blanco que acostumbraba a no pasarle el balón a pasar de estar desmarcado. Johnson, furioso, respondió en una ocasión de la misma manera. Parks se lo dejó claro: "Mira tío, tu trabajo es coger los rebotes, deja que 'nosotros' tiremos a canasta". El aludido estalló: "¡Ya sabía yo que esto iba a pasar! ¡Por eso no quería venir a esta jodida esuela!", exclamó.
George Fox era el entrenador de los 'Vikings'. Como evidente mediador, se encargó de que el ambiente se relajara. Habló con todos los componentes de la plantilla y éstos aceptaron que la cuestión racial no debía influir en su funcionamiento como equipo. La cosa fue mejor a partir de ese momento.
Mejor de baseFox resultó decisivo para definir la posición de Johnson en la pista. Hasta entonces, dada su altura, acostumbraba a frecuentar la zona. "Él fue el primero en darse cuenta que yo funcionaba mejor como base", desvelaba Earvin. Y agregaba: "En el baloncesto hay una regla no escrita: la de no permitir que los hombres altos salgan botando pero cuando el entrenador Fox se dio cuenta de lo que era capaz de hacer, se mostró flexible".
La normalidad había vuelto a Everett y ahora llegaba la competición oficial, que no empezó nada bien para Earvin y sus compañeros. En su primer año en el 'High School' comenzaron siendo los últimos del Estado. Pero un partido cambió su vida y reorientó su camino en el basket.
A partir de hoy serás...
Jackson Price era un Instituto que se jugaba la primera posición en el campeonato. Everett, en teoría, no tenía nada que hacer ante ellos. Pero Earvin se creció y alentó a sus compañeros, guiándolos hacia una victoria que nadie había pronosticado. El base consiguió un triple doble estratosférico (aunque por aquellos días no existían tal expresión): 36 puntos, 18 rebotes y 16 asistencias llevaron su firma.
Ante semejante actuación, las reacciones no se hicieron de rogar. Fred Stable Jr, redactor deportivo del 'Lansing State Journal' protagonizó una de ellas, decisiva teniendo en cuenta lo influyente de su decisión. Bajó al vestuario, como era habitual tras cada encuentro, y dejó claro su propósito. "Oye Earvin, creo que deberías tener un apodo", expresó y se justificó. "Estaba pensando en llamarte 'Doctor J', pero ya hay otro al que llaman así. Y lo mismo ocurre con 'Big E' (Elvin Hayes). ¿Qué te parece si te llamo 'Magic'?", concluyó.
Earvin no puso objeción alguna porque simplemente no se tomó en serio la propuesta. "No esperaba oír ese apodo nunca más", manifiesta. Y así fue, durante algunas semanas posteriores. Y es que, según le comentó el propio Fred días después, su redactor jefe le había aconsejado desechar esa idea porque, en su opinión, "esas cosas nunca duran".
Y es que Earvin tenia sólo 15 años: el riesgo del ridículo era enorme. Pero 'el apodado' no defraudó. Tras otro gran partido, precisamente también con Jackson Price como rival, Stable ya integró el apelativo en sus crónicas. Dos meses después, todo Michigan sabía del chico conocido como 'Magic'.
Mamá no lo vio bien
En el hogar de los Johnson había una fuerte oposición a ese término, encabezada por la matriarca de la familia. Como mujer religiosa que era "no quería que olvidara que mis dones y capacidades procedían de Dios", recuerda Earvin. Eso de 'magico' "le sonaba como una blasfemia. Temía que el sobrenombre llevara malas ideas a mi cabeza", añade. Y termina: "Aún hoy en día, cuando alguien en su presencia ser refiera a mí como 'Magic', le corrige diciendo Earvin o Junior".
Su padre tampoco participaba de la corriente existente en Lansing, que aceptó el apodo de muy buena gana. Earvin senior consideraba que, "la gente acabaría desengañada de mí porque ese calificativo era demasiado para que alguien fuera siempre digno de él", admite 'Magic'. "Supuso además", sigue comentado la reacción de su progenitor, "que cualquier oponente que se enfrentara a mí trataría de anularme por todos los medios". Johnson no tiene problema en reconocer que en esto último estaba en lo cierto, pero que ello le ayudó a ser mejor jugador.
Todos pendientes de 'Magic'
"Con mi nuevo nombre todo cambió", descubre Earvin. Y es que cada vez que Everett jugaba como visitante era norma encontrarse con pancartas como: 'Esta noche no hay magica' o 'Haremos desaparecer a Magic'. "Con ocasión de un partido en East Lansing", relata Johnson, "todos los espectadores corearon al unísono. 'No Magic, no Magic, no Magic esta noche' y se volvieron de espaldas cuando fui presentado".Inconvenientes de la fama.
Aunque a Johnson le iba la marcha. "Allá donde jugásemos, me convertía en el centro de las críticas de los aficionados locales y eso me gustaba, me lo tomaba como un cumplido. Lo único que me preocupaba es que alguna de esas persona pensara que la idea de llamarme así hubiera sido mía". Nada más lejos de la realidad.
Algo personal
'Magic' estaba en su salsa. "El apodo se convirtió en un desafío y a mí me gustan los desafíos. Las pancartas sólo servían para ponerme en el disparadero y no afectó negativamente a mis compañeros", evoca. Es más: por primera vez en mucho tiempo, Everett tuvo un récord positivo y alcanzó los cuartos de final en el torneo estatal (que sí acabaría ganando en el último año de Magic en el Instituto).
Earvin asume que el sobrenombre le permitió darse a conocer con mucha más facilidad que otros grandes jugadores de 'High School' pero se sincera: "Nunca llegué a pensar que yo tuviera algo de mágico". Y revela un dato sorprendente, procedente ya de su etapa en los Lakers. "Para Pat Riley, 'Magic' transmitía un mensaje equivocado: según él sonaba como el apodo de un jugador que no se entrena con intensidad ni trabaja". Y él, admite sin soberbia, sí hacía "ambas cosas".
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